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Sleep, sleep tonight,
and may your dreams be realized.
U2, MLK.
– Ya está todo preparado, Santa Claus. ¡Vamos allá! ¡Se está haciendo tarde! -clamó, a voz en grito, un elfo vestido de verde.
– ¡Ho, ho, ho! -contestó un anciano gordo, con una larga barba blanca, enfundado en un lanudo traje rojo– ¡Mi querido Rudolf, llega el momento! ¡Todos los niños buenos del mundo recibirán esta noche su juguete! Hemos entrenado mucho, amigo, y nos esperan las chimeneas de las casas de la humanidad. ¡Adelante!
– Adiós, Santa Claus. ¡Buen viaje! ¡Hasta mañana! -dijeron todos los elfos y los demás habitantes de la enorme casa donde se hacían, preparaban y cargaban los juguetes que iban a ser luego repartidos a los infantes, nerviosos y dispuestos a sorprender a aquel vejete mientras, silenciosamente, llevaba a cabo su nocturna tarea, como cada veinticinco de diciembre.
– ¡Y no os olvidéis de portaros bien con la gente que os quiere! ¡Es navidad, el tiempo de la dulce nieve! ¡La época en la que hay que querer a los demás! ¡Ho, ho, ho! -el hombre del gorro rojo saludó con la mano, despidiéndose y mirando a la cámara, y salió volando, llevado por sus renos, dejando tras de sí una estela de polvo blanco y brillante.
Todo esto pasaba tras la pantalla de un televisor que había más allá del escaparate de una tienda de la ciudad. Al otro lado, en la calle, una mujer acunaba a su bebé mientras intentaba taparlo con los harapos de su roída vestimenta. La nochebuena estaba fría. La mujer dejó de mirar las imágenes, se sentó en lo alto de unos cartones y apretó al recién nacido contra su pecho.
– Duerme, duerme esta noche, y que tus sueños se hagan realidad. Si las nubes de tormenta traen lluvia deja que llueva, deja que llueva, y que la lluvia nos traiga la paz -cantó, casi susurrando, mientras dos gruesas lágrimas caían por sus mejillas.