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A Juan Perro, el poeta de lo cotidiano
Esta mañana Juan se despertó con una luz nueva en la frente, y se dijo a sí mismo: ¿y por qué no? Se dio una ducha, se puso una ropa cualquiera, salió a la calle y caminó silbando una tonada inventada para la ocasión.
Vio a un vecino al que no podía ni ver, y se dijo: ¿y por qué no? Llegó hasta él, lo saludó sonriendo, miró curioso la perplejidad del saludado, que hasta aquel momento tampoco lo podía ver a él, disfrutó con el pequeño momento de charla… y siguió adelante.
Pasó cerca, muy cerca de aquella mujer que, con la cabeza gacha, pedía una alluda pordios, y se preguntó: ¿y por qué no? La abordó con un cómo te va la vida, luego vino un quieres echar un ratito de charla con un desconocido… Y se dio cuenta de que a partir de entonces ya no sería aquella mujer sucia, sino Pepi. Sonrió, y siguió un camino que empezaba a ser el suyo.
Llegó algo tarde a clase, y se dispuso a pelear, como todos los días, por hacerse un sitio en el mercado laboral a base de sacar la cabeza sobre la de los demás. Miró a sus compañeros y se volvió a preguntar: ¿y por qué no? Y salió de allí sabiendo que iba a dejar una de las carreras más rentables de la historia, pero ¡qué demonios…!, odiaba aquello, y tenía todo el tiempo del mundo para hacer algo que mereciera la pena no por rentable, sino por humano. Salió fuera, encendió un cigarrito, y caminó.
Acabo de ver pasar a Juan, rumbo al barrio donde hay poca luz, buscando esos ojos que sabe que lo iluminan porque, seguro, se ha preguntado: ¿y por qué no? Y esa pregunta, queridos amigos, que Juan lleva hoy en la cabeza, lo acompañará hasta la cena, hasta el cuartito, y hasta la cama. Y ¿quién sabe? Esta noche no pensará en lo bien que lo ha hecho hoy, pero por un momento su mente cruzará ese siempre tranquilizador terreno donde el sueño de la felicidad remonta el vuelo por entre huellas, raíces, paisajes, cantares que, ¿y por qué no? siempre pueden ir más allá mientras vuelve la mañana y despierta, otra vez, quizás con una luz nueva en la frente.
¿Y POR QUÉ NO?