Intro. Estamos ante una de las joyas del cine de ciencia-ficción del siglo XXI. Una obra maestra, en las formas y en el fondo. Porque eso es lo esencial en esta película: tiene mucho fondo, y su trama se puede interpretar fácilmente como un camino de fe, de descubrimiento de la vida y la esperanza. Por supuesto, eso pasa en mitad del Universo, y está contado con una perfección técnica asombrosa. Pero, claro, estamos hablando de Alfonso Cuarón, un mago de la cámara, un maestro en la dirección.
Comencemos por las formas: he aquí una hora y media de cine con cada detalle perfectamente ensamblado. No falta ni sobra nada, cada escena está pensada al milímetro, y el plano-secuencia de los 17 primeros minutos, y el que viene justo después, son lo mejor, en su género, de la historia del cine. Sin duda.
Como digo, lo más importante de esta película es el fondo. Si uno se para a reflexionar sobre el contenido de la historia, se da cuenta, sin retorcer lo más mínimo el guión, de que ha sido testigo de una experiencia de fe (tomando “fe” en su sentido más amplio), de redención, maravillosamente narrada. Veámoslo, sencillamente, repasando la trama con esta peculiar lupa, que creo que es, conociendo el cine de Cuarón, precisamente la que él ha querido utilizar.
Lo que cuenta. Todo empieza con unas palabras: "La vida en en el Espacio es imposible". Es una tesis. Pero podría sustituirse por "La vida en Occidente es imposible", porque justo después el director nos presenta a una científica, Ryan Stone, que está arreglando un módulo de comunicación en el telescopio espacial Hubble. El módulo no funciona, y ella no puede hacerlo funcionar.
Pero el módulo es una imagen de su misma vida: ella es un personaje que aprieta tornillos mientras a su alrededor los demás astronautas bailan o se maravillan ante el espectáculo del Espacio. Ella no se comunica, y pide a Kowalsky, uno de sus compañeros de misión, que apague la música porque no se concentra. En cuatro trazos Cuarón nos ha descrito el personaje central y la situación. Y entonces ocurre la catástrofe, pero el accidente es lo externo. Lo que pasa dentro del alma de la doctora Stone es algo muy distinto, y mucho más grandioso.
Un satélite ruso revienta, y crea una nube de basura espacial que sale disparada a lo largo de la órbita de los demás satélites de toda la Tierra, barriéndolos uno a uno (lo que da una idea de la precariedad de nuestra “sociedad tecnológica”). Llega al lugar donde se encuentran nuestros protagonistas, y quedan vivos solo Ryan Stone y Kowalsky, que tienen que ingeniárselas para llegar hasta otro satélite que esté intacto antes de que tropiece con la nube de basura espacial, para poder regresar a la superficie del planeta, a casa.
Los valores. La profundidad de esta cinta se puede resumir en siete pasos, que forman un camino de despojo y descubrimiento de sentido, de luz, vida y esperanza. Un camino en el que encontramos escenas claramente religiosas que habría que ser muy cerrado de mollera para pasar por alto. Aquí va el sendero recorrido por la doctora Stone.
Ryan está sin vida antes de llegar al Espacio, es decir, está incomunicada, incapaz de asumir su historia de dolor de madre. Kowalsky, en una escena maravillosa, va tirando de ella y, al tiempo que se desplazan, le va haciendo las preguntas fundamentales para que Stone acabe expresando el vacío de su vida, mientras él observa su reacción a través de un espejo.
Justo después hay otra escena en la que el astronauta-guía le abre un horizonte desconocido: "Deja marchar", le dice, y después, mientras se despide, le enseña a Contemplar la naturaleza, algo de lo que ella era incapaz.
La escena central de la película (de hecho, está justo en el centro del metraje) es tan perfecta, que resulta difícil no caer en la cuenta de su significado: después de unos minutos de angustia terrible, Ryan Stone queda suspendida dentro de la Estación Espacial Internacional, en postura fetal. Incluso los tubos del habitáculo dan esta idea. Son unos segundos entre dos escenas de velocidad endiablada, y en la que todo cambia, incluso la música. Viendo lo que llega después, se puede decir que aquí Ryan se encuentra consigo misma, con su realidad desnuda, y cada momento será un paso hacia una Nueva Vida.
Continuamos, y nos encontramos en otra situación límite: la doctora ha hecho todo lo que está en su mano, pero es imposible escapar. Solamente queda morir. Es aquí donde reconoce su realidad, la hondonada que nada ha podido llenar: el miedo a la muerte, la soledad ante el Vacío, el saber que nadie rezará por ella y que ni siquiera ella puede orar, porque nunca nadie la ha enseñado (Quede claro que todo esto no es interpretación clerical: lo dice la propia protagonista). La única solución ante la llegada de la muerte, cuando no hay nada más allá, es quitarse la vida.
Pero he aquí que Alguien quiere que la doctora Stone siga adelante, y en la siguiente escena se produce lo impensable, una aparición luminosa que se puede resumir en esta frase: "Es hora de caminar". Un detalle muy curioso: las dos únicas imágenes religiosas que aparecen en los satélites están en dos módulos de países tradicionalmente comunistas: la Soyuz, con la estampa de San Cristóbal cargando al niño Jesús, y la Tiangong, con una estatuilla de Buda. El ser humano, esté donde esté, ha sido creado, como dice San Ignacio, para alabar, hacer reverencia y servir a Dios. Esta escena acaba, sorprendentemente, con una oración de la doctora Stone, una oración de una profundidad y una sencillez asombrosas, sabiendo que viene de alguien que ignoraba completamente cualquier referencia a lo Trascendente: después de haber llegado hasta el fondo, hasta más allá del límite, después de haber descubierto una razón para vivir, ya nada será como antes. Fuera todo sigue igual, la amenaza es la misma, pero Ryan Stone no.
Llega el último paso, que se condensa en un grito de alegría: "¡Pase lo que pase (viva o muera), ha sido una aventura maravillosa! ¡Estoy preparada!". Solamente hay que mirar la cara de Sandra Bullock para comprender lo que significa descubrir el Horizonte de la Existencia.
Y vienen los últimos segundos de la película, que cierran el círculo: Fuego, Nacimiento de un vientre, Desprenderse de las ropas, Agua, "Gracias", Ponerse en pie, mirada al Cielo, Caminar.
En definitiva, estamos ante una auténtica catequesis sobre el sentido de la vida, para un mundo conectado que ha olvidado la conexión con lo más profundo de su ser. Una historia de esperanza para una sociedad que ha perdido la esperanza. Una visión trascendente para un occidente que ha abandonado la trascendencia en aras de una libertad que no encuentra.
Merece la pena verla, disfrutar de cada momento, y darla a conocer. Es puro Cuarón. Es pura maravilla.