Intro. El cine independiente suele ser singular, y asombroso. En este caso, la sorpresa es mayúscula, y lo que se presenta como una comedia navega a través de un mar sórdido y sombrío, entre nieblas de abatimiento y pesimismo. El director no se ahorra nada, y presenta los pozos más oscuros de la sociedad postmoderna urbana. Nos ofrece una tesis como un golpe en la mandíbula: la búsqueda de la felicidad es inevitable y, transitando por los caminos que se nos describen, un sueño casi imposible.
Así pues, el sensacional elenco de actrices y actores que se pasean por los escenarios de New Jersey se convierte en una parábola de la falta de horizontes en la que vive mucha gente en estos tiempos, después de que hayan caído todos los relatos clásicos y modernos que habían dado sentido a las generaciones anteriores.
No es una película fácil de ver, desde luego. Presenta de forma muy cruda situaciones a veces perversas y escandalosas, pero todo en ella tiene un sentido claro: reflejar lo que está pasando en la realidad de nuestras vidas, de nuestras familias o de nuestros barrios. ¡Y vaya si lo consigue!
Lo que cuenta. La película narra unos meses de la vida de la familia Jordan: los padres, que llevan 40 años casados, quieren separarse. Las tres hermanas son muy diferentes: Joy es soltera, toca la guitarra y compone canciones, es solitaria, muy tímida e incapaz de profundizar en las relaciones con los hombres. Helen es una escritora altiva, orgullosa y vividora, que parece saberlo todo, pero que se siente fracasada. Trish es madre de familia, y parece tener un marido ejemplar, psicólogo profesional, y tres hijos modélicos: a menudo hace saber que su vida es perfecta, pero… ¿realmente es así?
Los valores. Estamos ante una tragicomedia muy irónica, mordaz, realista y dura, que nos presenta la vida en un barrio de las afueras de una gran ciudad, donde las relaciones despersonalizadas, las falsas apariencias, la soledad, la vivencia del puro instante, la doble moral o las necesidades más básicas de personas desquiciadas forman un cóctel explosivo, que se mantiene en un muy frágil equilibrio hasta que el hilo, tarde o temprano, se parte. En el fondo, se nos describe a gente que no alcanza a encontrar la felicidad, porque busca en pozos incapaces de calmar la sed. Desde aquí, quedan claras algunas de las grandes brechas de la sociedad actual.
Uno de los grandes logros de la película, y también de sus grandes riesgos, es presentar de una forma extremadamente realista las tendencias, deseos y perversiones que cargamos y escondemos, con los que vivimos, y que se van apoderando del centro de la persona cuando esta los esconde y los justifica, atrapada en la incomunicación de la vida de la ciudad, llevando a extremos verdaderamente execrables.
De aquí surge otro de los puntos clave: la sociedad psicologizada, que trata de interpretarlo todo desde la psiquiatría o los traumas, pero que a veces olvida ofrecer un horizonte de sentido como cimiento en el que poder apoyar cualquier consejo o terapia. Así, el control de las tendencias se vuelve inútil, y poco a poco da la impresión de que todos se hunden en el mismo charco, intentando sobrevivir a base de medicación, o de la búsqueda de la permanencia de la juventud y la belleza. Esto se ve de forma clara en muchas escenas.
Una sociedad sin fines solo puede instalarse en el instante, en el hoy, en una búsqueda estéril de la felicidad por vías que no llevan a ningún sitio, ya que no hay sitio al que llegar. Las tres hermanas comparten esta realidad, de tres formas diferentes.
La incomunicación que a veces se vive en la ciudad queda reflejada de una forma clarísima: gente enfermiza incapaz de relacionarse, refugiada en el anonimato; gente que comparte el trabajo pero que es invisible, y de la que nadie se acuerda ni siquiera cuando muere; gente sin esperanza, entretenida con lo más banal porque es incapaz de dar pasos importantes, de decir lo que piensa, de compartir, de relacionarse de forma madura; gente normal que acaba llegando a extremos impensables porque se ve sola en el mundo… En definitiva, un conjunto de islas individuales entre las que resulta muy difícil tender puentes. De hecho, hay una cosa muy curiosa: todos los personajes que aparecen acaban relacionados entre sí, pero nadie sabe quién es quién.
El mundo del triunfo también recibe una dosis de bofetadas amplia. La vaciedad del éxito llega a ser insoportable, y como muestra quedan esas conversaciones en las que se habla para quedar bien, se dice lo que se supone que se debe decir, pero nunca se llega a creer lo que se dice. Esto se da especialmente en Helen.
El doble discurso moral, los juicios severos contra los demás, y, al mismo tiempo, la incapacidad para ver los problemas cercanos, es algo aterradoramente evidente en la familia de Trish. Padres incapaces de educar porque no encuentran fundamentos de peso para poder dar pasos seguros con sus hijos. Padres que sufren especialmente el proceso de destrucción de los pilares de la sociedad moderna, y la falta de otras bases que los puedan sustituir, y que ven cómo la generación anterior, la de los abuelos, fracasa también en la vivencia del matrimonio.
Concluyendo: una película con un discurso ciertamente desolador (que desemboca en un final tan excelente como amargo), con algún halo muy tenue, eso sí, de esperanza. Sin embargo, es una radiografía muy inteligente, elaborada con tremenda maestría, de estas claves que, junto a otras muy positivas, estamos viviendo en nuestras sociedades de las grandes urbes hoy en día. La letra de la canción que Joy crea e interpreta, que se llama precisamente “Happiness” (y que tienes al principio, cantada por Michael Stipe, de R.E.M., otro guiño genial), refleja perfectamente el tono de la película. Para terminar, aquí están algunas de sus estrofas, traducidas.
Parece que nunca he tenido
las cosas que en mi vida he querido.
Por eso, no es sorprendente
que vivir sea para mí tan triste.
Felicidad, ¿dónde estás?
Te he buscado tanto tiempo…
Felicidad, ¿qué eres?
No he conseguido ni siquiera una pista…
Felicidad, ¿por qué te empeñas en quedarte
tan lejos de mí?
Cuando me desespero, y mi vida
se convierte en un embrollo,
me doy cuenta de que nunca me atreveré
a dejar mi búsqueda de la felicidad. […]
Voy a encontrar mi… ¿felicidad, dónde estás?
Voy a encontrarla: voy a llegar hasta ti.
Voy a encontrar mi… ¿felicidad, dónde estás?
Voy a encontrarla: lo sabré justo antes de llegar.