Esta canción es otra muestra más de la capacidad de estos irlandeses para animar, ya desde la experiencia de la vida vivida, a no cejar en el empeño de salir de nosotros mismos, buscar la libertad, abrazarse al Amor, mirar al horizonte de salvación que nos espera, luchar, luchar, luchar... El contexto es la situación actual de los Estados Unidos.
El vídeo musical es muy contundente: un grito de protesta muy concreto contra la vuelta de tendencias políticas y sociales muy peligrosas... y cada vez más de moda.
Pues nada. Salgamos de nuestros propios caminos. Cantando y danzando, a poder ser.
Letra.
Sal de tu propio camino (de ti mismo),
sal de tu propio camino.
El amor hiere,
(Le canta a la Estatua de la Libertad)
ahora eres la chica
a la que han dejado sin palabras;
tu corazón es como un globo,
pero entonces explota:
no necesita una norma, solo un broche
que no termina de cubrir tu piel...
Y resistencia:
el amor tiene que luchar por su supervivencia.
El Enemigo tiene ejércitos de ayudantes:
el amoroso, el glamouroso,
un beso, un puño…
Escucha esto, oh:
Sal de tu propio camino,
sal de tu propio camino:
te lo puedo cantar toda la noche,
toda la noche;
si pudiera, lo arreglaría,
lo arreglaría.
Nada te está deteniendo, excepto eso que llevas dentro.
Te puedo ayudar, pero es tu lucha,
es tu lucha.
¡Defiéndete!
No lo soportes sin rechistar.
Tienes que devolver el mordisco:
el rostro de la libertad se está comenzando a quebrar.
Ella tenía un plan, hasta que recibió una bofetada
en la boca, y todo se vino abajo.
Como la liberación:
los esclavos buscan a alguien que los guíe,
el Maestro está buscando a alguien que lo necesite,
la Tierra Prometida está ahí para aquellos que más la necesitan,
y el fantasma de Lincoln decía…
Sal de tu propio camino,
sal de tu propio camino:
te lo puedo cantar toda la noche,
toda la noche;
si pudiera, lo arreglaría,
lo arreglaría.
Nada te está deteniendo, excepto eso que llevas dentro.
Te puedo ayudar, pero es tu lucha,
es tu lucha.
Sal de tu propio camino (5).
(Kendrick Lamar: texto irónico)
Benditos son los arrogantes,
porque suyo es el reino de su propia compañía.
Benditas son las “superestrellas”,
porque, por el esplendor en su luz,
entendemos mejor nosotros nuestra propia insignificancia.
Benditos son los que están podridos de dinero,
porque tú solamente puedes poseer de verdad lo que das,
como tu dolor.