Intro. ¡Qué Bello es Vivir! Más que una película, con este título tenemos ante nosotros un auténtico milagro. Considerada como una de las obras maestras de la historia del cine, esta cinta es, sin duda, lo mejor que se ha hecho nunca si se trata de cine “religioso”. Vale: a algunos les parecerá “dulzona”, o “demasiado optimista”. La realidad es que nadie ha podido superar a Frank Capra, ni siquiera el propio Capra, en la dureza, la alegría, la profundidad, el drama, el realismo, el romanticismo, la denuncia social o la propuesta creyente que propone esta maravilla del séptimo arte, filmada con una maestría, sobre todo en los primeros planos, y un ritmo casi perfectos. Es verdad: se le puede criticar el momento “americanismo puro” en la escena de la descripción de la II Guerra Mundial. Pero ver y criticar esa escena sin comprender el momento y el lugar en que fue filmada supone no tener la más remota idea de historia. Por otra parte, el quiebro del último tramo del film, así como su conclusión, dejan boquiabierto y emocionan a partes iguales. En fin: estamos ante una película que posiblemente se haya visto más de una vez (o que se dice que se ha visto). Lo que sí es cierto es que estamos ante uno de esos films que es obligatorio ver al menos una vez en la vida. Sinceramente, no hace falta ninguna guía de valores para disfrutarla, porque sus grandes propuestas quedan claras desde el primer minuto. Pero se pueden entresacar algunos sorprendentes, por actuales, puntos esenciales que nos pueden ayudar a visitarla con una mirada diferente. Vamos allá. Lo que cuenta. El inicio (el vídeo del comienzo) es toda una declaración de intenciones: estamos en la ciudad de Bedford Falls, y se escuchan una serie de voces que rezan por una persona, George Bailey. Parece que se encuentra en peligro. En seguida se nos presenta la misma escena, desde el cielo: Dios Padre habla con San José. El tal George Bailey está a punto de suicidarse. Para evitarlo, deciden enviar a Bedford Falls a un ángel que todavía no se ha ganado sus alas, Clarence, para que lo evite. Sin embargo, antes debe conocer su historia, las razones que le han llevado a querer arrojarse por un puente en plena Nochebuena.
Los valores. La película se presenta como un cuento de Navidad, con ciertos guiños a la novela de Charles Dickens en su estructura: presentación de la vida y la historia del personaje principal - visita inesperada - cambio final, aunque con un contenido completamente diverso. Dentro de ella se puede ver reflejada perfectamente la época a la que hace referencia, un momento de crisis social y económica enorme, pero además hay un montón de problemas y valores permanentes que se nos presentan de una forma totalmente actual. Aquí están los principales.
En primer lugar, la estructura creyente de la cinta queda muy clara desde el principio, con la escena de las campanas repicando, copiada y repetida hasta la saciedad en el cine y la televisión. Las oraciones de los habitantes de Bedford Falls, y las oraciones del propio George Bailey en sus momentos más dramáticos, unidas a la respuesta de la providencia de Dios, nos ofrece una mirada a la trascendencia sin soluciones fáciles a los problemas, sino invitando a mirar el misterio de la propia vida desde un punto de vista diverso. Todo ello forma un fundamento poderoso sobre el que se construye la cinta entera.
En segundo lugar, hay una presentación del sentido del tiempo como kairós, es decir, como tiempo oportuno al interior de un misterio más grande, no simplemente como tiempo lineal. Cada cosa que ocurre, aunque no tenga explicación en sí misma, forma parte de un entramado que, cuando se contempla al completo, tiene sentido, y la vida se plantea siempre como don trascendente. Esto se ve especialmente cuando el protagonista desea, en medio de su desesperación, no haber nacido.
Desde aquí, se nos presentan ciertas claves fundamentales para la acción en la vida. Algunas de ellas: lo primero que hace falta para ayudar a un hombre es conocer su historia, saber algo de él; la vida de cada persona afecta a muchas vidas; ningún hombre es un fracaso si tiene amigos. Todas estas frases las dicen personajes que no pertenecen a la historia de Bedford Falls, sino que son trascendentes: Dios, San José, o Clarence, el ángel de la guarda.
Tenemos también una de las más contundentes y radicales críticas al capitalismo salvaje, aplicable punto por punto al neoliberalismo actual, en la descripción del señor Potter, un hombre rico y ruin. En él podemos ver el modelo de hombre rico que aparece en el Evangelio: un ser con el alma podrida, egoísta, endiosado, odioso y temido, manipulador y despreocupado de cualquier otra cosa que no sea él mismo y sus posesiones, con la firme convicción de que todo, también las personas, se puede comprar y vender. Si lo aplicamos a la actualidad, en su personalidad y actuación podemos ver reflejada nuestra situación de crisis financiera, y lo que se dice de él, o lo que él mismo dice, es aplicable perfectamente a las estructuras de poder que dominan nuestro momento histórico. La escena en la que se nos describe Pottersville como símbolo de un capitalismo demoníaco es particularmente realista, y cercana a nuestra concepción de ciudad actual.
La crítica social, por tanto, es otro de los ejes. Y no una crítica sin soluciones: se plantea un tipo de economía social contrario a este liberalismo atroz, y consecuente con la doctrina social de la Iglesia: con los derechos de todos, especialmente de los más pobres, con los deberes de todos, especialmente de los más ricos, y con los principios de solidaridad y subsidiariedad, que se ven especialmente reflejados en la escena del crack de 1929 y en la última escena de la película. Como ejemplo de todo ello se nos presenta el barrio de “Bailey Park”, en el que las familias pueden vivir en un hogar digno, aportando cada uno lo que le es posible y colaborando con el bien común.
La gente, el pueblo, no se describe de una forma simple, es decir: no podemos ver en la película una ideología que enfrente a proletariado bueno contra burguesía mala, por ejemplo. El pueblo también se contagia de la amnesia de los ricos cuando llega el mal tiempo, pero la bondad anida en el fondo del corazón de las personas. Solo el bien puede sacar lo bueno de los sencillos, aunque el mal siempre permanece. En definitiva, la película no presenta una visión maniquea de la sociedad, propia de las ideologías, sino una visión compleja que se concreta en la mayoría de los personajes, especialmente en el propio hombre bueno que hay que salvar, George Bailey, y que también vive una crisis que le lleva a caer en actos contrarios a su propio estilo de vida.
Este personaje es el centro de la película, ya que resulta alguien difícil de describir en pocos rasgos. Sí, es un hombre bueno. Pero es un hombre con sueños de grandeza, orgulloso, que va renunciando a lo propio por un bien mayor, servir a los demás, algo que no ha aprendido por sí mismo, sino que le ha enseñado su familia. El señor Potter intenta aprovechar esa tendencia al orgullo y a la grandeza soberbia para hacerle caer en sus redes.
El amor para siempre es otro de los grandes valores. Mary le promete amor eterno a George ya en la infancia, y su promesa se convierte en una luz que ilumina todas las oscuridades de George. En medio de una vida difícil, ella es capaz de sacar lo mejor de todo lo que les rodea, y de convertir escenas dramáticas en emocionantes momentos de pasión y de entrega. Sin duda, el personaje femenino es aquí mucho más que un contrapeso: sin su inteligencia y su lucidez benigna, nada de la vida y la bondad de George hubiera sido posible.
El buen humor es también fundamental. Es uno de los rasgos principales de toda la película, reflejado en sus personajes principales: George, Mary, Clarence, Dios Padre, San José, Billy, y la mayoría de los secundarios. En medio de la dureza de la realidad, el buen humor encuentra vías que sanan profundamente.
Otro de los puntos que dan mucho que pensar es la idea de que nadie está libre de la desesperación, por muy maduro, bondadoso o querido que sea. La escena en la que George Bailey entra en crisis hasta el intento de suicidio es tan cruda, tan asombrosamente tenebrosa, que recuerda las caídas de cada uno de los personajes de Los Miserables, la obra de Victor Hugo. En definitiva, el punto de apoyo es el que se nos dibuja al principio: para comprender a una persona hay que conocer toda su historia. También el libro de Job está muy presente en esta escena de la “caída” de George.
Hay un montón de guiños y pequeños detalles que son esenciales. Por ejemplo, la paradoja de la abrumadora descripción del crack del 29, el mismo día de la boda de George y Mary; el cuervo de Billy, el tío de George, un personaje que aparece en todas las películas de Frank Capra; la dirección del hogar de los Bailey, Sycamore 320, que hace referencia al apellido de la familia de Vive Como Quieras, otra cinta del mismo director que tiene muchos puntos de conexión con esta; los pétalos de la rosa, o las pedradas a la casa de Sycamore pidiendo un deseo; las campanas...
En definitiva, estamos ante una de las obras cumbre de la historia del cine. Una explosión de romanticismo, crítica social, esperanza, alegría, drama, comedia, presentados desde el formato de un cuento de Navidad. Con una última parte realmente exquisita, y un culmen que es imposible ver sin derramar abundantes lágrimas de emoción (y que no hemos explicado porque es una mayúscula sorpresa). Y un lema que acompaña durante todo el visionado: lo único que no se pierde es lo que se da.