Estamos en mayo, el mes de las flores, en plena primavera.
Ahí va una canción de amor. De amor del bueno, de amor para siempre.
Una emocionante balada que comienza definiendo el amor como un don, que reconoce la lucha que implica la fidelidad, que eleva una oración ante las dificultades... Una de esas canciones que puede servir para explicar qué es el matrimonio a lo largo del tiempo, esa experiencia que se refleja en la mirada de tantas parejas que siguen amándose en los atardeceres de la vida.
Letra traducida.
Si alguna vez tuviera que perderte,
seguro que me perdería a mí mismo.
Todo lo que he encontrado, querida,
no lo he encontrado por mí mismo.
Prueba, y a veces tendrás éxito
convirtiéndome en este hombre.
Todas mis perdidas partes robadas
ya no las necesito más.
Creo,
y creo porque puedo ver
nuestros días venideros,
días de ti y de mí.
De vuelta cuando me sentía roto,
me concentré en una oración:
tú llegaste profunda, como el océano,
¿Lo escuchó alguien ahí, en el exterior?
Todas las complejidades y juegos…
Ninguno gana, pero de alguna manera se siguen jugando.
Todos los corazones perdidos y retorcidos
pueden morir, pero viven dentro de nosotros.
Creo,
y creo porque puedo ver
nuestros días venideros,
días de ti y de mí.
Cuando los huracanes y los ciclones surjan furiosos,
cuando el viento convierta la suciedad en polvo,
cuando lleguen los diluvios o se alcen las olas,
nos harán estar cada vez más unidos.
Todas las promesas al atardecer
las he querido decir, como los demás.
Todos los demonios que solían rondarnos,
estoy agradecido porque ya se fueron.
Tan persistente en mis caminos…
Oh, ángel, aquí estoy para permanecer:
sin resistir, sin alarmas,
por favor, esto es demasiado bueno para que se vaya…
Creo,
y creo porque puedo ver
nuestros días venideros,
días de ti y de mí.
De ti y de mí,
días
de ti y de mí.