(Basado en ese mal llamado “síndrome de Peter Pan” tan de moda hoy día,
y que tantas familias está destrozando)
Lloraba yo flotando por el cuarto,
sin hallar la inocencia que buscaba.
Su otrora auriga tieso me miraba,
con cara de vinagre y gesto harto.
―¿Quién eres? ―me espetó con voz de rufián.
―De Nuncajamás llegué con mi espada
para vencerte ―le dije a la cara―:
yo soy, malvado pirata, Peter Pan.
Los lamentos de tus niños perdidos
han llegado, a lomos de sirenas,
a nuestro Árbol y a nuestros oídos.
Prepárate: te espera la condena,
pues pisaste al inocente, rendido
por el dios de tu espejo, por la hiena.
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